domingo, 13 de abril de 2008

El Teatro

Pintura, escultura, arquitectura, literatura, música, danza y cine. Las siete artes. Y según parece, el teatro no merece entrar es esta clasificación. De hecho, este desafortunado híbrido, mezcla de literatura, danza e incluso algo parecido a la música, debería ser considerado un tosco prototipo del cine, un intento fallido,

Esta fórmula artística ha conseguido sobrevivir a lo largo de los años gracias al apoyo popular, sin valerse en ningún momento de su calidad y originalidad. Los autores no han hecho sino copiar a sus antiguos maestros, cambiando el nombre de los personajes e incluso su orientación sexual. Y en las pocas ocasiones en que uno de estos dudosos artistas ha intentado innovar, siempre inspirado bajo el influjo de alucinógenos ilegales, lo único que ha conseguido ha sido un estrepitoso fracaso artístico acompañado de una innecesaria lluvia de halagos por parte de los fanáticos asiduos a este deprimente espectáculo. Estos ingenuos espectadores quemarían orgullosamente la Biblioteca de Alejandría con tal de ver su videojuego favorito o una serie de dibujos animados representados por actores e iluminados con extravagantes colores.

Los dramaturgos, unos borrachos afeminados. Los actores, fantoches maleducados e infantiles. El público, una masa de iletrados y revoltosos cuya ignorancia y pecaminosidad se incrementa con la altura de su asiento. Se han llegado a ver asnos en el gallinero. Forma y contenido. Emisor y receptor. Todo en el teatro resulta corrupto y apresurado. La incapacidad queda justificada con la improvisación, lo peor con lo que se ha enfrentado el hombre desde las glaciaciones prehistóricas. En un mundo tecnológico, racional y estructurado, algunos románticos artistas aún pretenden deslumbrar con la inventiva espontánea, un espanto que parece agradar a muchos.

Mientras que en los países más desarrollados económica y culturalmente los teatros han sido sustituidos por multicines y centros comerciales, en la España atrasada y monárquica todavía pueden verse edificios decrépitos y ruinosos adornados con carteles demasiado grandes y ofensivos, en los que se representan escenas extraordinarias y llamativas. Sólo cabe esperar que una revolución artística borre del mapa este sobre valorado género literario, y que todas sus obras caigan en el olvido, enterradas cerca del núcleo de la Tierra.

Sólo el fin del teatro traerá a la Humanidad la justicia y la paz.

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