martes, 27 de mayo de 2008

Las Botellas Abandonadas

Giro brusco de cabeza. Volantazo. Gritos. Lágrima. Derrape. Pitadas. Ambulancia. Botella abandonada.

Catman conducía su habitual Jaguar, transportando los vitalmente importantes documentos de la Reserva Federal hacía su Sede Secreta, allí donde se decide hasta dónde podemos imaginar. Mientras respetaba, orgulloso, la cálida rojez del semáforo, observó el trágico desencadenar de desgracias cuyo foco provocador era una botella, solitaria y sospechosa, a medio vaciar, abandonada por quién sabe qué depravado. Un breve y acertado análisis del entorno arrojó la claridad sobre las causas del infortunio. El conductor, felizmente acompañado de su amable esposa, su hija estudiosa y su bebé querubín, se vio radicalmente aturdido al encontrarse con aquella botella vacía ¿Quién la dejó ahí? ¿Habrá vertido algo en ella? ¿Saliva, orina, esperma? Estas cuestiones anularon sus sentidos, alienándolo de las percepciones que guiaban su conducción.



Catman se ve incapaz de comprender tanta maldad. Retornan a su memoria, lúcida e inabarcable, todas las botellas que ha visto abandonadas en la calle, siempre refugiadas cerca de alguna pared mohosa, dispuestas a contener los más obscenos fluidos imaginables. Agua, ron, cerveza. También chicles, galletas y panes de molde. Si estuvieran en el Paraíso se trataría claramente de ofrendas cuyo divino remitente otorgó como recompensa a la caridad humana. Pero no en La Laguna. Esas botellas deben estar cargadas de malquerencia y animadversión. La incertidumbre sobre la pureza de su composición original, ataca la mente y desarma el cuerpo, transformando al hombre en simple mejillón, sometido al devenir del destino.

El brillante razonamiento del Felino le asombró de nuevo, y su intelecto, embravecido, se atrevió a desenmascarar otras grandes incógnitas. El fin de la vida, la verdad, la moral. Todos estos temas fueron definitivamente aclarados durante el trayecto hasta Tacoronte. Mientras, yo transcribía las sabias declaraciones, tejiendo un argumento por el cual ya se querellan varias productoras cinematográficas, y que no se desvelará hasta el verano de 2009.

Fue entonces cuando Catman entendió el sentido de esas botellas. Los embriagados trasnochantes no intentan dañar a las personas con ellas, sino abrir sus mentes. La lógica, inmutable desde Aristóteles, se ve desafiada ante un Arehucas Blanco de dudoso color, empalagoso, espumoso y de variable densidad. Un joven transeúnte, quién miró por casualidad a nuestro Buen Amigo, comprendió súbitamente su pensamiento, y se planteó si era realmente necesario sufrir tantos calvarios para obtener un poco de felicidad. Tras arrancarse las ropas, agradeció la revelación al cartón de vino abierto, y un vagabundo consiguió sus alas, con las que voló por encima de los vientos de esta era.

Dicho esto, Catman no deja de recomendar no ingerir líquidos expuestos en zonas públicas.

1 comentario:

Mr. Adam dijo...

y aun así..te sigo amando:)

y Blablabla;);)
jaaaaaaaaajajajaja